Salí a caminar
y el aire fresco me golpeó la cara.
Bajo un cielo azul, una flor abrió sus pétalos
y cientos de golondrinas volaban en las alturas
siguiendo mi sendero.
Me pareció que el sol sonreía y una chicharra cantaba.
Los árboles movían sus hojas al son de mis pasos.
No percibí al momento que me festejaban,
que sentían nostalgia aislados del hombre, su amigo.
Con entusiasmo, seguí andando
buscando el color y la música de la vida.
Y allí estaban…
Esperé el ocaso del día para saludar a la Luna
sonriente y coqueta…
Comprendí que la vida
sigue, continúa
aunque nosotros,
estemos inmersos en nuestro cautiverio.
Yvette Ruben
